Aunque en principio podría considerársele un sofista más, como lo hace Aristófanes, de acuerdo a la Apología de Sócrates, según Platón, es representado con rasgos divergentes.
Sócrates, de acuerdo al retráto platónico, no cobraba a sus discípulos y, dedicado a la oratoria no producirá ningún texto escrito. Tampoco presume de sabiduría: Un amigo suyo fue a Delfos a preguntar a la pitonisa si había algún hombre más sabio que Sócrates y la pitonisa contestó que no, pero Sócrates interpretó de ello que solo la divinidad es realmente sabia, porque la sabiduría humana de nada vale. Afirmó así pues que: "solo sé que no sé nada". Y eso, lo ubicaría más cerca de la sabiduría que a los sofistas que, por el contrario, creían saberlo todo.
Socrates sería pues, de acuerdo a este retrato, un buscador de la verdad y a ello se siente impulsado por la voz de un espíritu interior. Dedica toda su actividad a "examinarse a sí mismo y a los demás" acerca del bien, del alma, de la justicia y de la virtud en general, pensando que "la vida sin tal tipo de exámen no merece la pena ser vivida".
Es una figura inquietante e incómoda, se compara a sí mismo con un tábano que aguijonea a los demás para que no se duerman y presten atención a la virtud.